Pasamos todos los días tomando decisiones constantemente, algunas de forma consciente y otras no, unas más condicionadas y otras con plena libertad. Entre ellas siempre buscamos un equilibrio. Por ejemplo, si hemos tenido un día de aquellos especialmente difíciles en el trabajo llegamos a casa pensando que merecemos algo, una compensación, una alegría en forma de chocolate, galletas, bollos, fuet, cerveza o incluso una copa. Cómo si nos hiciéramos un favor…
En esos momentos comer de forma equilibrada parece imposible,
¿Por qué renunciar a ese capricho del día? Seguir leyendo